viernes, 20 de enero de 2017

REFLEXIONES MORALES DE PRINCIPIOS DE AÑO

El ser humano tiene una necesidad vital de reconocimiento. Si a un bebé lo dejamos llorar, y nos limitamos sólo a alimentarlo por mecanismos tecnológicos, al cabo de poco tiempo se muere. Si nadie lo mira, le habla, le pregunta qué necesita o lo consuela, no tiene chances de  sobrevivir. 

Hace pocos días, a la entrada de la Estación Carlos Pellegrini de la línea B, una señora mayor,  rodeada de bolsas de basura que debe haber sacado del Mac Donald que está ahí cerca, se puso a revisar el contenido para encontrar algo de comer. Yo apenas la miré. Imagino que debe recibir cientos de miradas de indiferencia como la mía, o de desprecio o incluso de odio por estar ensuciando la vía pública (hay personas así de canallas, y algunas incluso tal vez son amigas nuestras). El grado de egoísmo e indiferencia al semejante que uno es capaz de desarrollar en nuestra sociedad de consumo parece no tener límites. 

Al mismo tiempo, a veces somos más proclives a ayudar al herido que a compartir el éxito personal de un amigo. Pregúntenle a un escritor cuyo amigo ha recibido un premio, o miren la mueca espontánea en el rostro de un músico que acaba de enterarse que un amigo suyo que toca en otra banda vendió muchas más entradas que él, y seguramente entenderán. 

Según Hanna Arendt: 

“Parece evidente que compartir la alegría es absolutamente superior desde este punto de vista  a compartir el sufrimiento. Pues es la alegría la que es locuaz, no el sufrimiento, y el verdadero diálogo humano difiere de la simple discusión en que está enteramente penetrado del placer que procuran el otro y lo que dice; la alegría, por decirlo así, marca el tono. Lo que hace esta alegría imposible es la envidia, que en el mundo del sentimiento de humanidad es el peor de los vicios”. 

La envidia es la que ayuda a que nos parezca moralmente más soportable la proximidad de los humillados y ofendidos que la de los alegres y autosuficientes. Está bien lo que dice Arendt, pero al mismo tiempo esa señora necesita URGENTE de nuestra ayuda. Estamos construyendo una sociedad de mierda. Más allá de que mis discrepancias con el actual gobierno son muy grandes, ¿qué hago yo para cambiar algo? NADA o casi nada. Siento que persigo siempre el deseo de crecer intelectualmente, pero al mismo tiempo me planteo que no hago nada a nivel político. En Los diarios de Emilio Renzi, Ricardo Piglia le hace decir a su alter ego algo que me parece muy interesante:

“La idea sartreana de que cada obra individual debe responder sobre la responsabilidad del arte es ridícula y paraliza cualquier acción. La pregunta de Sartre, ¿qué puede La náusea ante un chico que se muere de hambre?, es moralizante y es un sofisma. Nada que un individuo aislado haga por sí mismo, en soledad, puede hacer nada por un chico que se muere de hambre. Es la misma lógica que usa la derecha cuando exige más represión y la justifica con la pregunta: ¿qué haría usted ante un delincuente que quiere matar a su hijo? Si la respuesta fuera individual, no habría otra cosa que estupefacción y actitudes "personales" (que no hacen otra cosa que cambiar de tema). ¿Qué puede hacer un hombre ante la injusticia del mundo? Juntarse con otros que buscan modos de actuar no-individuales. Salir del yo y de la conciencia subjetiva, ése es el camino de Marx y Wittgenstein. En un caso es la clase y en el otro son los juegos del lenguaje los que condicionan la acción política. La eficacia -la respuesta- no puede ser individual”.

Me parece que es cierto lo que dice Renzi, pero con reservas: creo que se pueden hacer cosas a nivel individual, aunque está claro que no es suficiente ni mucho menos.

Este año me gustaría mejorar en varios aspectos: parafraseando la “plegaria de la serenidad”, y teniendo en cuenta que soy ateo, espero poder obtener serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, fortaleza para cambiar lo que está a mi alcance, y sabiduría para entender, en cada situación particular, la diferencia.

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