martes, 6 de diciembre de 2016

NO SOY NADA. NUNCA SERÉ NADA... HABLA FOGWILL Y HABLA PESSOA

En una entrevista titulada Diálogos en campo enemigo, Enrique Fogwill citaba a Pessoa: "Viví, creí y hasta creé/ tengo apretado en mi pecho más humanidad que hasta la que el propio Cristo imaginó/ he concebido en mi cabeza más esquemas filosóficos de lo que Kant pudo calcular/ he conquistado en sueños más tierras que las del propio Napoleón/ y sin embargo, soy siempre el de la piecita/ voy a seguir siempre siendo eso/ el que tenía condiciones/ el que no nació para eso, pero ahora voy a escribir estos versos para probar que soy sublime". Y luego, el amigo Quique agregaba: 

"Tabaquería de Pessoa tiene más material para la reflexión social que toda la obra de todos los colaboradores de Nueva Sociedad y todos los bestseller del nuevo pensamiento político soft" (...) Tabaquería es un tratado sobre la constitución del sujeto consumidor".

Los dejo con el hermosísimo poema de Pessoa:




Tabaquería



No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
De mi cuarto de uno de los millones del mundo que
         nadie sabe quién es
(Y si supieran quién es, ¿qué sabrían?),
Dais hacia el misterio de una calle cruzada
         constantemente por gente,
Hacia una calle inaccesible a todos los pensamientos,
Real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente
         cierta,
Con el misterio de las cosas debajo de las piedras y de
los seres,
Con la muerte poniendo humedad en las paredes y
         cabellos blancos en los hombres,
Con el Destino conduciendo el carro de todo por el
         camino de nada.

Estoy vencido hoy, como si supiese la verdad.
Estoy lúcido hoy, como si estuviese por morir,
Y no tuviese más hermandad con las cosas
Que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de
         la calle
La hilera de vagones de un tren, y un silbato de partida
Dentro de mi cabeza,
Y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos al
         salir.

Estoy perplejo hoy, como quien pensó y halló y olvidó.
Estoy dividido hoy entre la lealtad que debo
A la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real
         por fuera,
Y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real
         por dentro.

Fracasé en todo.
Como no tuve ningún propósito, tal vez todo fuese nada.
La enseñanza que me dieron,
Descendí de ella por la ventana de detrás de la casa.
Fui hasta el campo con grandes propósitos.
Pero allí encontré sólo hierbas y árboles.
Y cuando había gente era igual a la otra.
Salgo de la ventana , me siento en una silla. ¿En qué he de
         pensar?
¿Qué sé yo del que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pero pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser lo mismo que no puede
         haber tantos!
¿Genio? En este momento
Cien mil cerebros se conciben en sueños genios como yo,
Y la historia no señalará, ¿quién sabe? , ni uno,
Ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí...
¡En todos los manicomios hay locos pensativos con tantas
         certezas!
¿Yo, que no tengo ninguna certeza, soy más cierto o
         menos cierto?
No, ni en mí…
¿En cuántas bohardillas y no-bohardillas del mundo
no hay a esta hora genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas,
Sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas,
Y hasta realizables,
Nunca verán la luz del sol real ni hallarán oídos de gente?
El mundo es para quien nace para conquistarlo
Y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque
         tenga razón.
He soñado más que Napoleón.
He apretado a un pecho hipotético más humanidades que
         Cristo,
He hecho filosofías en secreto que ningún Kant ha escrito.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la bohardilla,
Aunque no viva en ella;
Seré siempre el que no nació para eso;
Seré siempre sólo el que tenía cualidades;
Seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie
         de una pared sin puerta
Y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
Y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámame la Naturaleza sobre la cabeza ardiente
Su sol, su lluvia, el viento que me busca el cabello,
Y el resto que venga si viniere, o tuviera que venir, o no
         venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
Conquistamos el mundo entero antes de levantarnos de la
         cama;
Pero despertamos y es opaco,
Nos levantamos y es ajeno,
Salimos de casa y es la tierra entera,
Más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(¡Come chocolates, pequeña;
¡Come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que los
         chocolates
Mira que las religiones todas no enseñan más que la
         confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Pudiese comer chocolates con la misma verdad con que
tú los comes!
Pero yo pienso, y al tirar papel de plata, que es hoja de
         estaño
Echo todo al suelo, como he echado la vida.)

Pero al menos queda la amargura de lo que nunca seré
La caligrafía rápida de estos versos,
Pórtico partido para lo Imposible.
Pero al menos me consagro a mí mismo un desprecio
         sin lágrimas,
Noble al menos en el amplio ademán con que arrojo
La ropa sucia que soy, sin orden, para el decurso de las
         cosas,
Y quedo en casa sin camisa.

 (Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
O diosa griega, concebida como estatua que fuese viva,
O patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
O princesa de trovadores, gentilísima y colorida,
O marquesa del siglo dieciocho, escotada y distante,
O cocotte célebre del tiempo de nuestros padres,
O no sé qué moderno- no concibo bien qué- ,
Todo esto, sea lo que fuere, que seas, ¡si puede inspirar,
que inspire!
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como los que invocan espíritus me invoco
A mí mismo y no encuentro nada.
Llego a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo los paseos, veo los carros que pasan,
Veo los entes vivos vestidos que se cruzan,
Veo los perros que también existen,
Y todo esto me pesa como una condena al destierro,
Y todo esto me es extraño, como todo.)

Viví, estudié, amé, y hasta creí,
Y hoy no hay mendigo a quien no envidie sólo por no
ser yo.
Le miro a cada uno los andrajos y las llagas y la mentira,
Y pienso: tal vez nunca vivieses ni estudiases ni amases ni creyeses
(Porque es posible hacer la realidad de todo eso sin hacer
nada de eso);
Tal vez hayas existido apenas, como un lagarto a quien le
cortan la cola
Y que es cola para acá del lagarto revolviéndose.

Hice de mí lo que no supe,
Y lo que podía hacer de mí no lo hice.
El disfraz que vestí era equivocado.
Me tomaron luego por quien no era y no desmentí, y me
perdí.
Cuando quise quitarme la máscara,
Estaba pegada a la cara.
Cuando la tiré y me vi en el espejo,
Ya había envejecido.
Estaba ebrio, ya no sabía vestir el disfraz que no había
         tirado.
Acosté fuera a la máscara y dormí en el guardarropas
Por ser inofensivo
Y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
Quién me diera encontrarte como algo que yo hiciese,
Y no quedase siempre enfrente de la Tabaquería de
         enfrente,
Pisando bajo los pies la conciencia de estar existiendo,
Como un tapete en que un ebrio tropieza
O una espuerta que los gitanos robaron y no valía nada.

Pero el Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta y se
quedó en la puerta.
Lo miro con la incomodidad de la cabeza mal doblada
Y con la incomodidad del alma malentendiendo.
Él morirá y yo moriré.
Él dejará el letrero, y yo dejaré versos.
A cierta altura morirá el letrero también, y los versos
también.
Después de cierta altura morirá la calle donde estuvo el
         letrero,
Y la lengua en que fueron escritos los versos.
Morirá después el planeta girador en que todo esto se dio.
En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa como
         gente
Continuará haciendo cosas como versos y viviendo
debajo de cosas como letreros,
Siempre una cosa enfrente de la otra,
Siempre una cosa tan inútil como la otra,
Siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
Siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño
         de misterio de la superficie,
Siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni otra.

Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿para comprar
         tabaco?),
Y la realidad plausible cae de repente sobre mí.
Me yergo a medias enérgico, convencido, humano,
Y voy a intentar escribir estos versos en que digo lo
         contrario.
Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos
Y saboreo en el cigarro la liberación de todos los
         pensamientos.
Sigo el humo como una ruta propia,
Y gozo, en un momento sensitivo y competente,
La liberación de todas las especulaciones
Y la conciencia de que la metafísica es una consecuencia
         de estar indispuesto.
Después me echo para atrás en la silla
Y continúo fumando.
Mientras el Destino me lo conceda, continuaré fumando.

(Si yo me casase con la hija de mi lavandera
Tal vez fuese feliz.)
Visto esto, me levanto de la silla. Voy a la ventana.

El hombre salió de la Tabaquería (¿metiendo el cambio
         en el bolsillo de los pantalones?).
Ah, lo conozco: es Esteves, sin metafísica.
(El Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta.)
Como un instinto divino Esteves se volvió y me vio,
Me dijo adiós, le grité ¡Adiós, Esteves!, y el universo
Se reconstruyó sin ideal ni esperanza, y el Dueño de la
         Tabaquería sonrió.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario