En
toda democracia hay cierta tensión entre realidad concreta e ideal. Definimos “realidad”
como aquello que se me resiste, que no siempre coincide con mi deseo o con mi
posibilidad. Si al momento de encararme a la mina más linda del boliche ella me
corta el rostro, su voluntad forma parte de cierta “realidad” que no coincide
con mi “perfeccionismo utópico”. Podría decirse que todo aquel que desprecie la
realidad en nombre de la utopía, morirá virgen. Pero pongámonos serios:
Siguiendo
a Sartori, diremos que el ideal constructivo se da cuando se aprende de la
experiencia. El pensador francés Benjamin Constant demostró que un ideal sordo
y ciego, que no escucha ni ve nada del mundo en el que actúa, es un principio
que “destruye y trastorna”.
No
es lo mismo el ideal democrático ANTES que una democracia llegue a ser, por
caso a través de una revolución, que el ideal democrático EN democracia. En el
primer contexto, el ideal democrático se desplaza como un ideal negador del
sistema que combate y pretende abatir. En democracia, el ideal debe apelar a
una crítica constructiva. En una democracia instalada –aún con miserias,
lacras, cosas por mejorar- los ideales están para re-concebirse como ideales
que no se limitan a reaccionar ante lo real, sino que INTERACTÚAN con lo real.
En síntesis, siempre siguiendo a Sartori, cuando la deontología democrática es
recibida o reformulada en forma extrema, entonces empieza a actuar CONTRA la
democracia que ha generado, topando y tropezando con efectos inversos,
contrarios a los deseados.
PERFECCIONISMO
Y DEMAGOGIA
Para
no abundar en peroratas vacías, lo cito al “Tano” Sartori:
“El confín entre perfeccionismo
y demagogia puede ser, en la práctica, difícil de señalar. Pero en teoría, la distinción es que el
perfeccionismo es un error intelectual, desarrollado por intelectuales,
mientras que la demagogia es pura y simple conveniencia. Y la teoría puede
combatir la mala teoría, pero no la ‘mala práctica’, es decir, la demagogia.
Para decirlo mejor, la teoría puede combatir la demagogia sólo de modo
indirecto, aislándola y dejándola al descubierto. El demagogo es un animal
‘natural’ que existirá siempre; pero si se le priva de coartadas
perfeccionistas, si carece de retaguardia intelectual, hará menos daño”.
Y
acá viene un fragmento que me parece sumamente interesante:
“El comerciante que vende
perlas falsas por verdaderas va a prisión; el político que vende humo, con
frecuencia lo logra y no va a prisión. Entonces, la diferencia es que en
política la concurrencia desleal, mentirosa y precisamente ‘demagógica’ es
impune, y a menudo redituable (al demagogo). Legalmente no lo podemos impedir,
estamos imposibilitados. El único correctivo es hacerlo público, que no se
dejen engañar, cuando menos en masa y todo el tiempo. Y así como el
perfeccionista agrega credibilidad al demagogo, es importante tener vigilado el
demagogo”.
REALISMO
E IDEALISMO
El
realismo mal entendido alimenta la reacción airada de su primo bobo: el
idealismo nocivo.
Desde
que el hombre piensa, incluso Majul, siempre ha concebido un contraste entre lo
ideal y lo real: ¿garchar sin cansarse, comer mucho sin engordar, vivir varios
años sin envejecer, tener la facha de Brad Pitt, jugar al fútbol como Maradona
y Messi? No, me refiero al ideal político.
En
la historia de la filosofía, con Platón como ejemplo paradigmático, la búsqueda
del ideal ha sido una cuestión ligada a lo contemplativo. Recién con Marx se
llega a mezclar fuertemente la contemplación teórica al servicio de la acción
práctica, según reza la famosa frase: “los filósofos se han limitado a
interpretar el mundo, pero lo que importa es cambiarlo”.
Según
Sartori, antes de las diversas tradiciones revolucionarias, el perfeccionismo
era un ideal contemplativo, luego se transformó en un activismo perfeccionista,
como bien lo muestran las actividades febriles de cientos y cientos de
militantes de troskolandia.
Cuando
Tomás Moro inventa el término “utopía”, no estaba hablando de alcanzar el
paraíso en la tierra, sino de algo que se sabía que jamás iba a realizarse. En
aquellos años se estaba lejísimos de la consigna del Mayo Francés, que decía
algo así como “seamos relistas, pidamos lo imposible” (cito de memoria).
Bien
entendido, un ideal es un estado de cosas deseado que jamás coincide con el
estado de cosas existente. En el terreno de la acción, los ideales son
realizables siempre en forma parcial. En la acción, hay ideales que no son
imposibles de pensar, sino de realizar. Para Sartori:
"Se comprende que entre
acciones diversas podemos escoger un curso intermedio, de compensaciones. Pero
en tal caso, la estructura lógica será: es posible obtener más de una cosa con
la condición de pedir menos de otra. Pero no es posible (imposibilidad absoluta)
obtener más de dos cosas que exigen accciones contrarias. Más ebriedad y al
mismo tiempo tener más vino, son una imposibilidad. Y entonces es falso que lo
utópico, lo irrealizable, no sea determinable ex ante".
Obviamente,
hay que demostrar "la imposibilidad de lo imposible". En política, a
menudo los opuestos no son contrarios sino contradictorios. Es muy difícil
conciliar intereses opuestos contradictorios, y es imposible conciliar opuestos
contrarios. Dicho de un modo burdo: si este año me propongo ir al gimnasio
todos los días para sacar músculo y al mismo tiempo leer las obras completas de
Tolstoi editadas por Aguilar, lo podría hacer. ¿Se trata de opuestos
contrarios? No, son contradictorios. Obviamente tendré que encontrar el tiempo,
los recursos y las ganas de hacerlo.
Opuestos
contrarios sería: clavarme medio quilo de asado con vino tinto y pretender
adelgazar al mismo tiempo.
No
necesito recordar que hay sectores que tratan de generalizar su interés
particular y venderlo como si se tratara del "interés de la
Argentina". Históricamente, la Sociedad Rural y la oligarquía ha sabido
confundir muy bien sus intereses con los "intereses de LA PATRIA". Y
lo mismo ocurrió en otros sectores (incluyendo al gobierno, claro está), pero
esa es otra discusión.
En
fin, dejo acá este compendio de obviedades y me voy a tomar unos mates con
tostadas de manteca y miel.
¡Sean
felices!
“El comerciante que vende perlas falsas por verdaderas va a prisión; el político que vende humo, con frecuencia lo logra y no va a prisión. Entonces, la diferencia es que en política la concurrencia desleal, mentirosa y precisamente ‘demagógica’ es impune, y a menudo redituable (al demagogo). Legalmente no lo podemos impedir, estamos imposibilitados. El único correctivo es hacerlo público, que no se dejen engañar, cuando menos en masa y todo el tiempo. Y así como el perfeccionista agrega credibilidad al demagogo, es importante tener vigilado el demagogo”. -> ¿Qué tienen que ver las perlas y sus falsificaciones con la teoría que está exponiendo? Las perlas son preferibles a las apócrifas solo porque su valor es mayor. ¿Por qué debería yo elegir la política no demagógica a la demagógica? ¿De dónde concluye que la política demagógica es "impune"? ¿De dónde que quienes la prefieren "se dejan engañar"? ¿Quiénes y CON QUÉ DERECHO deben "tener vigilado al demagogo"? Que hedor inmundo a golpe del '55 que tienen estas "reflexiones".
ResponderBorrarMás allá del énfasis, no está del todo mal tu comentario. Sartori es, efectivamente, un liberal. De todos modos creo que sus reflexiones son interesantes.
BorrarSaludos
Creo que al decir "impune" se refiere a "lo legal". No es impune en términos "morales" sino "legales". No se puede meter preso a un demagogo. Por otra parte ningún político que trate de atraer voluntades puede decir la verdad como si se tratara de un intelectual. Sartori no es tan bobo como para creer en el "sincericidio". Lilita Carrió, por poner un ejemplo extremo, es "sincericida". No digo que Carrió diga la verdad, sino "su verdad", incluso a costa de pegarse tiros en el pie. La caracterización que Sartori hace del peronismo es pobre (como la de tantos europeos). Sin embargo, para entender la política en términos generales es un pensador atendible.
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