domingo, 28 de septiembre de 2014

SENTADO EN UN BANCO DE LA PLAZA

Sentado en un banco de la plaza, Rodrigo observa las palomas con profundo desprecio. Las mira caminar, con paso torpe. Las aves suelen ser torpes cuando están en el suelo. Mientras rumia su odio, poco a poco empieza a panificarse. La piel se le va dorando al sol. Se vuelve cáscara. Su cuerpo se resquebraja. Luego sopla un poco de viento y como el pan se deshace, el aire carga con él y generosamente distribuye las migas, mientras las palomas se acercan, presurosas, a entretener su hambre.

3 comentarios:

  1. Habría que justificar el desprecio. Torpe se repite en dos oraciones ("Las aves suelen serLO cuando están en el suelo"). Rumiar el odio es un lugar común."Se LE vuelve CORTEZA". El viento no puede deshacer el pan. Las palomas no entretienen su hambre, la matan: "El lechuzón por ojudo/observa desde el alambre/pero va a matarse el hambre/a la cueva del peludo-José Larralde" En síntesis, un fiasco.

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  2. Jaja, ¡qué locos están algunos muchachos de "letras"! Se toman en serio un juego, e imitan el estilo típico de los comentarios de maestra ciruela que uno puede leer en los foros de La Nación. En fin, como el mensaje es agresivo, te paso a contestar:

    En primer lugar, me parece que te hacés el ilustrado pero no tenés puta idea de qué va la cosa. El texto es una parodia de "Bueno como el pan", un cuento de Antonio Di Benedetto, que forma parte de "Cuentos del exilio", de 1983. Te dejo que lo busques, así te das cuenta que los finales son iguales.

    En segundo lugar, creo que el odio hacia las palomas no necesita estar justificado, y menos en un texto tan corto. ¿Pretendés un desarrollo científico o psicológico del odio a las palomas en cuatro líneas? No es una novela hermano, es un texto breve. Además, si fueras menos ignorante, sabrías que además de a Di Benedetto, le robé la estructura a los relatos de Kafka, que asemejan pesadillas.

    Te pongo un ejemplo:

    "Érase un buitre que me picoteaba los pies. Ya había desgarrado los zapatos y las medias y ahora me picoteaba los pies. Siempre tiraba un picotazo, volaba en círculos inquietos alrededor y luego proseguía la obra.
    Pasó un señor, nos miró un rato y me preguntó por qué toleraba yo al buitre.

    -Estoy indefenso -le dije- vino y empezó a picotearme, yo lo quise espantar y hasta pensé torcerle el pescuezo, pero estos animales son muy fuertes y quería saltarme a la cara. Preferí sacrificar los pies: ahora están casi hechos pedazos.

    -No se deje atormentar -dijo el señor-, un tiro y el buitre se acabó.

    -¿Le parece? -pregunté- ¿quiere encargarse del asunto?

    -Encantado -dijo el señor- ; no tengo más que ir a casa a buscar el fusil, ¿Puede usted esperar media hora más?

    - No sé -le respondí, y por un instante me quedé rígido de dolor; después añadí -: por favor, pruebe de todos modos.

    -Bueno- dijo el señor- , voy a apurarme.

    El buitre había escuchado tranquilamente nuestro diálogo y había dejado errar la mirada entre el señor y yo. Ahora vi que había comprendido todo: voló un poco, retrocedió para lograr el ímpetu necesario y como un atleta que arroja la jabalina encajó el pico en mi boca, profundamente. Al caer de espaldas sentí como una liberación; que en mi sangre, que colmaba todas las profundidades y que inundaba todas las riberas, el buitre irreparablemente se ahogaba"

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  3. Addenda: quienes me conocen saben que las palomas, sobre todo las que están en la Plaza Alsina, cerca de donde vivo, me rompen las pelotas. Por eso puse "sentado en un banco de la plaza, Rodrigo...". ¿Me explico? Como bien te expliqué, dado que te hacés el gallito pero si leíste cuatro libros es mucho, en las pesadillas se acepta que un viento sople y un cuerpo humano se desintegre. Tus comentarios parecen más típicos de Mario Bunge que de un amante de la literatura.

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